lunes, 4 de octubre de 2010

La liebre de César Aira

La intertextualidad, entendida como la relación (tanto explícita como implícita) que un texto establece con otros, se hace presente desde los orígenes mismos de la novela moderna, como una de sus características constitutivas.
Ya en “El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha” es posible observar diferentes tipos de intertextualidad, que a su vez cumplen funciones diversas dentro del texto: desde contribuir a la caracterización de los personajes, reforzar la verosimilitud, hasta generar nuevos episodios en la trama[1]

Varios son los autores que han ampliado el concepto restringido de intertextualidad presentado anteriormente, permitiendo discernir entre diferentes formas en las que ésta  puede presentarse en un texto.
No es la intención de este trabajo enunciar las diversas tipologías de intertextualidad ni ahondar en ellas, por lo que nos limitaremos a describir en forma somera, algunas de las clasificaciones del fenómeno que serán funcionales para el análisis posterior:

Intratextualidad:   Relación de un texto con otros escritos por el mismo autor
Extratextualidad:  Relación de un texto con otros no escritos por el mismo autor.
Metatextualidad:  Relación crítica que tiene un texto con otro.
Architextualidad: Relación que emparenta textos en función de sus características comunes en géneros literarios, subgéneros y clases de textos. [2]

Desarrollo:

Es posible emparentar “La liebre” con obras pertenecientes al género absurdo o disparatado, en las cuales tanto la trama como los personajes se alejan del tratamiento tradicional, presentándose contrarios a la razón y la lógica. No es una casualidad, entonces, encontrar referencias explicitas a “Alicia en el país de las Maravillas” de Lewis Carroll en la novela.
El mismo Aira, pone en boca de uno de sus personajes (Maillen, el indio machi) la confirmación de esta hipótesis de género:

“- A ver, ¿por dónde puedo empezar? Le anticipo que hay mucho de absurdo en el asunto”

Por otra parte, el narrador utiliza un lenguaje que alterna entre las descripciones de índole costumbrista, vinculadas con la prosa de textos de los primeros colonos y exploradores americanos, con expresiones del habla coloquial actual. El abuso del inverosímil, contraste que acentúa el absurdo de las situaciones narradas, cumple la función de gag y puede considerarse como una marca característica del género:

“Al cabo de una hora, más o menos, salio un indio del toldo y les dijo que tendrían que disculpar a Reymacurá, quien les suplicaba que así lo hicieran, pero su agenda se había complicado horriblemente”

“- ¡A ver, una patinesa para el señor Álzaga Prior!
  -  Enseguidita Señor Clarke.”

“Cafulcurá, altísimo y atlético, marchaba con cara de piedra rodeado de unos indios que debían ser su guardia de Corps”   

“Salvo los guerreros que iban cerca de Cafulcurá, con unas chuzas larguísimas, los demás iban sin armas, de sport”

También es posible observar como a lo largo de la novela (en particular en las líneas de dialogo correspondientes a los indios), aparecen reflexiones cuasi filosóficas expresadas en un lenguaje culto. Si bien estas meditaciones tienen peso propio, es decir, comunican de manera ambigua, aunque eficaz, ciertas ideas acerca de la relacion entre realidad y  sueño entre otros temas, al ser puestas en boca de indios, marcan una incongruencia entre discurso y hablante que funciona como un nuevo guiño humorístico:

“Hasta ahora le hemos dado demasiadas palabras y poca acción, ¿no? Pero sin palabras no hay experiencia. Aunque sin experiencia no hay palabras ni hay nada”

“Al mismo tiempo yo diría que hay otra verdad. Porque uno siempre esta pensando que se encuentra dentro de un sueño, precisamente por la consistencia de la realidad, porque continua y se mantiene y no sabemos como ni porque”

“Hacía monstruos con las frases, unía el sujeto de una con el predicado de otra, para resultar más vago”

En las pocas líneas de Gauna, el baqueano, así como también en varias de las reflexiones de Clarke y del narrador, Aira utiliza un lenguaje aún más técnico que bordea al del ensayo, remitiendo a teorías critico literarias y lingüísticas que se orientan a problemas relativos al lenguaje, la función de la ficción y la literatura, aportando importantes pistas para comprender la forma en que esta estructurada la novela:

“Ahora bien, había usado una palabra extra, un enclítico (“iñ”) después de “levantar vuelo”, que indicaba el pretérito de un modo algo enfático. Podía significar “hace un minuto”, “hace mil años” o “antes”.

“A cualquier cosa puede usted ponerle el nombre que se le antoja, a este árbol sin ir más lejos, fíjese en las ramas bajas, ¿no parece una silla? Si yo vengo a dormir la siesta todos los días aquí, termino llamando a este árbol “silla”…Por otro lado, no me negará que hay una contradicción en el hecho mismo de los discursos.

“Él (Cafulcurá), buscaba la velocidad, la velocidad a cualquier precio, por eso recurre a lo imaginario, que es velocidad pura, oscilación de aceleraciones frente al ritmo fijo de la lengua”

“Perdón, no querría ofenderte con correcciones, fuera de lugar, pero tengo entendido que en castellano, cuando la palabra siguiente empieza con “i” la conjunción “y” se transforma en “e””

“Todo lo que sucedía, aislado y observado por el juicio interpretativo o la mera imaginación, se volvía elemento pasible de una combinatoria. Era el ingenio personal el responsable de construir la estructura abarcadora que los justificase como unidades”

“A partir de ese momento, Clarke comenzó a comprender algo que lo tranquilizó definitivamente respecto de la simultaneidad: que estaba subordinada al relato. Eso la ordenaba, le daba una perspectiva, la hacia comprensible, y al mismo tiempo, le quitaba el terror del momento”

Otra de las formas de intertextualidad presentes en la novela es la que remite al discurso
histórico de nuestro país, del que Aira rescatará al personaje de Juan Manuel de Rosas (y a su hija Manuelita), para retratarlo en su cotidianidad, humanizado hasta el absurdo, en uno de los capítulos más memorables del libro:

“Tras un instante de reflexión se sentó en el piso con las piernas estiradas y la espalda recta. El frío de las baldosas le produjo un moderado shock de placer. Recogió las piernas para hacer abdominales. Los hizo con la nuca, que es el modo en que se trabaja más. Al principio ponía cierto empeño, después se hacían solos, muy rápido, desafiando la gravedad, mientras él pensaba. Hizo cien al hilo, contando automáticamente e a diez. Y todo el tiempo pensando”

“Rosas no encontraba ni amena ni inteligente a su hija favorita, más bien estaba persuadida de que era idiota y snob: Eso era Manuelita. Lo peor era su falta de naturalidad sin atenuantes. Una marioneta de bofe.”

El tratamiento dado al personaje de Rosas se aleja de todo rigor histórico para inscribirse de lleno en el terreno de la parodia, sin dejar de lado por ello la reflexión crítica:

“Eran los crímenes que no había cometido los que lo acosaban, el remordimiento por no haber agotado la cuenta. (…) Había sido demasiado blando, había sido convencional. Ellos decían que era un monstruo, y el lamentaba haber perdido en algún punto del camino la oportunidad de serlo de veras.”

“Rosas tenia por costumbre recibir siempre a sus queridos morenos y hacer de Salomón con ellos, actitud que recibían con un beneplácito rayano en la adoración. Tenia la teoría de que la Argentina seria a mediado plazo un país negro.”


Por último, es importante resaltar la relación que se establece, a nivel argumental, entre  la estética de ciertos productos culturales masivos, en particular gastados clichés del subgénero telé novelesco (la adopción, gemelos separados al nacer, padres e hijos que se re-conocen a partir de una marca de nacimiento, etc.) con la trama de la novela.
Si bien es posible encontrar estos elementos durante todo el desarrollo de la historia, estos no llegan a hacerse evidentes hasta las últimas páginas, en el que todos ellos confluirán de manera vertiginosa en un apoteótico final.

Conclusión:

A partir de las observaciones realizadas respecto a la aparición de referencias intertextuales en el texto y las funciones que cumplen en la historia como recursos o estrategias narrativas, es posible inferir que estas llegan a adquirir valor estético “per se” en detrimento del argumento mismo.
Este descuido aparente de la trama en beneficio del acto creativo como proceso plasmado en el texto, parece ser una de las características determinantes del estilo de Aira. El rechazo del argumento como estructura o molde en el que debe encajar la literatura permite comparar su labor con la de un escultor, que, improvisando sobre la marcha, esculpe sobre un bloque de mármol sin tener una clara idea de cómo va a quedar su obra terminada, lo que quizás, a fin de cuentas,  tampoco importe demasiado.


[1] Algunas formas de intertextualidad en el Quijote, García, Daniel, 2009                                                     en http://elsimpleartedeescribir.blogspot.com/2010/10/algunas-formas-de-intertextualidad-en.html 

[2] Intertextualidad en http://es.wikipedia.org/wiki/Intertextualidad


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